Se ha dicho ya que existen dos tipos de perdón, para destruir y para unir.

El perdón para destruir que todos conocemos se caracteriza porque uno de los dos involucrados toma el papel de víctima y el otro el de victimario. De esta manera se reconoce que uno es el bueno y el otro el malo. Así, el bueno puede decir: “Como yo soy benevolente te perdono por haberme hecho daño”.

Al vivir en un mundo de ilusiones donde todo evento es creado por nuestra mente, hacer esto es dar realidad a un error, pues has convertido a la otra persona en tu enemigo; te has separado de él.

El Especialísimo (del cual hablaré la siguiente semana) es una estrategia del ego para dividir, éste busca resaltar características del mundo de la forma para decir “yo soy diferente a los demás por ésto” y de esa manera generá grupos de personas, algunos que pertenecen a mi “grupo especial” y el resto ni los tomo en cuenta o son mis enemigos.

El perdón para destruir es básicamente esto; al yo ser bueno y la víctima, la otra persona no pertenece a mi grupo. De esta manera inconscientemente lo estamos excluyendo, aunque parezca lo contrario.

El perdón para unir es bastante más simple. Se basa en no dar realidad al error. Aquel evento que pareció afectarte no existió. Lo que viste o sentiste fue sólo una decisión tomada en la mente de que debías de sufrir por ello. En la Verdad, todas y cada una de las personas formamos parte de un solo ser, un espíritu inocente. Bajo esta premisa, tu eres quien decide que cada cosa que puedas percibir de los demás, (palabras, acciones, omisiones o incluso pensamientos) te afecte o no.

Como ejemplo de este tipo de perdón puedo mencionarte a los perros.

Si has tenido uno te darás cuenta que son felices con muy poco. Rápidamente se encariñan, se emocionan cuando te ven y disfrutan de jugar contigo. ¿Alguna vez le has pisado la pata a tu perro por accidente?  Chilla, le dolerá pero rápidamente lo olvidará. Dejó de darle realidad a tu error pues te ama más de lo que podría odiarte por ese pequeño accidente.

Llevemos este ejemplo más lejos. Toma a tu perro, llévalo a la azotea, ponle una cadena y déjalo bajo el sol con poca comida y agua durante tres días. (Es un ejemplo, no lo hagas en realidad). Cuando vuelvas a verlo y lo sueltes no te guardará rencor alguno porque no ve tus errores; solamente siente lo mucho que te quiere.

Sé como los perros; olvida rápido, perdona para unir y sé felíz.

Tú decide.

Pablo A. Mata

https://www.facebook.com/ladisoluciondelsueno/
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